jueves, 18 de junio de 2009

SECCION DE LITERATURA // Cuento

Famatismo.

El noticiero de las nueve anuncia una nueva manifestación entorpeciendo la circulación vial; que Britney Spears no ha muerto y que la ya tan choteada “Vitacilina” es una verdadera panacea.

Me desvisto lentamente frente a la ventana con la secreta fantasía de que tal vez haya algún mirón deleitándose con mi descarado exhibicionismo. Voy a la cocina y me preparo un sándwich; mientras tanto, el murmullo del televisor me hace compañía, es absurdo como un par de voces casi desconocidas puedan ser tan familiares, tan reconfortantes en las noches solitarias; creo que las recuerdo más que el sonido chillón que hace mi madre cuando me reprende a diario. Ojalá dejara de llamar.

Saco un refresco del refrigerador aunque me están prohibidos (odio a los médicos), coloco la cena sobre la mesita frente al televisor, me doy una vuelta al baño (¿Dónde deje el salero?); es difícil buscar cuando la única luz que se tiene a la mano es la de esa pequeña caja hacedora de ilusiones bobas, aunque si olvidas las imágenes y la miras fijamente un rato, puede resultar hasta un poco erótica. Yo no sé porque las parejas se preocupan tanto por crear ese ambiente a media luz, el despilfarro en velas y en apagadores que nivelan la energía se podría bien evitar con tan sólo encender la televisión.

Voy a la recámara y trato de hallar el control del aparato; las voces a lo lejos se tornan alarmadas y anuncian la noticia principal: “Y ahora, en la última pieza de los hechos, la tragedia ha transgredido toda frontera; nos reportaron que un genocidio impresionante tuvo lugar en una de las escuelas públicas de esta ciudad; un niño de tan sólo 10 años de edad sacó una pistola calibre .38 y arremetió contra alumnos y personal docente del plantel durante la hora del recreo; he aquí la entrevista”.

La curiosidad y el morbo no se hicieron esperar, me incorporé con tal rapidez que me golpee contra el borde de la cama, aún así corrí a la pequeña sala y me planté frente al televisor, un reportero repetía la noticia y presentaba lo detestable de la escena; a su lado, un pequeño de gran sonrisa permanecía callado.
“¿Qué te motivó a hacer esto Luis? ¿No eres feliz? ¿Tenías algún problema en la escuela o con tu familia?”. El niño sonriente le arrebata el micrófono y grita: “Mamá, Papá, salí en la televisión”.

Miriam Eunice De la Cruz Cabral

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